Historia
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Al graduarme de médica y realizar mi pasantía en la Maternidad Concepción Palacios (MCP) decidí formarme como obstetra. Elegí la MCP por ser un espacio que podía brindarme más oportunidades, siendo la primera maternidad del país y de Latinoamérica. Al terminar el postgrado allí, habiendo vivido una suficiente y excelente formación cognitiva, así como experiencias personales duras como la competitividad, acoso profesoral y sexual, vi lo duro, cruel y la soledad que rodeaba a aquellas mujeres parturientas del servicio, lo que me hizo que al culminar me cuestionara el entorno al ejercicio profesional.

Estuve como dos años laborando en una sala de partos, donde por el volumen, se brindaba una atención más personalizada, pero siempre el elemento de poder médico y la soledad estaban presentes. La vida, a los dos años y por azar, me mostró una forma distinta de atención. Mientras visitaba un familiar operado en una clínica del sureste de Caracas, coincidió con un parto en agua. Desconocía que eso se podía hacer. Mi curiosidad hizo solicitar permiso para observarlo. Recuerdo vívidamente ese momento. Un ambiente oscuro con calor y lo más llamativo era el silencio reinante a pesar de contar a 4 personas alrededor de la bañera. El médico de rodillas, la pareja detrás acariciando a la mujer y Magdalena con su cariñosa mirada y sonrisa recibiéndome. Solo ella se dio por enterada de mi presencia. Escuchaba la voz de Roberto (el médico) invitando a pujar cuando sintiera ganas, y sentí un momento de tanta paz y espiritualidad que me comenzaron a salir lágrimas de mis ojos sin parar; una emoción indescriptible llenó mi alma y luego de ver ese nacimiento y vivir ese mágico momento tomé la determinación de que eso es lo que quería para mí. Comenzaron una serie de eventos de sincronicidad, tesón y perseverancia que conspiraron a favor y en pocos meses me incorporé a prestar mis servicios a BUENNACER.

Desde ese momento se fue produciendo una transformación en mi quehacer tanto a nivel de consulta como en la atención del parto, cierto es que contaba con unas compañeras que con sus aportes y experiencia me permitieron evolucionar y crecer personalmente. Luego surgió la propuesta de formarme como “Facilitadora de Nacimiento”. Al principio no le veía el sentido y sobre todo que implicaba un tiempo y estudios de casi 18 meses, pero valió la pena, puesto que esa formación incorporó elementos importantes en mi ejercicio: lo relevante de la educación prenatal, basamento legal de los derechos sexuales y reproductivos, lo importante del acompañamiento y la formación de redes que apoyen a la familia en el proceso de embarazo, parto, nacimiento y crianza. Realmente agradezco a BUENNACER mi reencuentro con mi ser y esencia, y haberme llevado, durante estos años, a un ejercicio aproximado al concepto de humanización y respeto de estos procesos. Mi abuelita materna Cleotilde “Chicho” como cariñosamente le decíamos, fue partera por 50 años en una comunidad del estado Sucre y yo viví con ella en mi infancia (3a a 7a), creo que eso estaba en mi inconsciente e hizo fácil el reencuentro con la naturaleza del parto.

Cuestiono que en los cursos de pre y postgrado no se tomen en cuenta la observancia de un protocolo de atención basado en el respeto a los derechos humanos. Es algo que debe ser contemplado, dar a conocer las leyes existentes e incorporar las observaciones de la Organización Mundial de la Salud sobre la atención de partos de bajo riesgo, para que quienes egresen como profesionales no sean simples tecnocrátas. La otra vertiente es la educación oportuna de la sociedad sobre sexualidad, reproducción y conocimientos de sus derechos. La educación prenatal, la información referencial y adecuada permite a la pareja en proceso de embarazo, parto, postparto y crianza incorporar conocimientos que les permitirá vivir esas experiencias sin tantos mitos y creencias.
¿Se podría cambiar en la actualidad el modelo de atención a nivel público? Creo que si, aunque sería una tarea multifactorial y lenta. Mejorando los espacios, contando con insumos y un personal capacitado, sensibilizado y en conocimiento del basamento legal que rige la atención y con un concurso de buena intención, vigilancia y apego a ese proyecto. Debemos buscar que nuestras barrigonas de escasos recursos no sientan tanto miedo de recurrir a un hospital.

¿Se puede cambiar la actitud de médicos y médicas? Ciertamente sí. Es mucho más fácil que ocurra, porque depende de la individualidad y la necesidad o el impulso al cambio de paradigma. Puedo decir que en los últimos años he percibido más receptividad del gremio a aceptar estos cambios en la atención.

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